miércoles, agosto 24, 2005

Vida

Como quien no le exige nada al meñique, he sido necio y me olvidé del sol.
Listo y escamado, recibí a estas tormentas con mi mejor porte y partido le saqué.
Desfile de interiores y paladares campantes fueron fragmento del menú paragua para estos horriblemente hermosos días de goteras en la casa de aquel.
Y cuando la mecánica revela una hora determinada e indiscretamente temprana, mis funciones primarias comienzan a ejecutarse con dedicada pesadumbre. Es ahí cuando la sorpresa se retira con previo aviso.
Una vez atravesado el portal de madera, la intemperie luce un sorpresivo azul coqueto que me paraliza a medio camino y con la mañana haciéndome gárgaras. Es el momento indicado para abrir los ojos y ver otra vez esa unidad de función única y vital para el correcto desarrollo del bienestar del ser humano.
Fenecido tras una prolífica siesta, el gran esférico dorado se apropincuó, se comió a las tormentas para desayunar y yo me metí el meñique en la nariz.